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No es tragedia electrónica todo lo que reluce

Cosima Dannorizter ha dirigido el documental “La tragedia electrónica”, en el que investiga el tráfico de basura electrónica. Aquí aparece el barrio ghanés de Agbogbloshie, un lugar habitual cuando se habla de las prácticas nocivas de tratamiento de residuos electrónicos.

El pasado viernes los compañeros de Equo Madrid lo proyectaron en su cinefórum y lo promocionaron diciendo que mostraba “el verdadero problema” de los residuos electrónicos. En este texto explico por qué “el verdadero problema” no es el que Dannoritzer presenta, sino otro diferente.

Durante el verano de 2014 realicé mi investigación de fin de master sobre residuos electrónicos en Agbogbloshie. Los argumentos que uso en este texto están más desarrollados en el texto completo (Tools for informal e-waste recyclers in Agbogbloshie, Ghana).

Dannoritzer, al igual que Greenpeace y Los Verdes europeos, enfoca el tema como una injusticia ambiental. En otras palabras: “nosotros los ricos del Norte consumimos, y los pobres del Sur gestionan nuestra basura“. Parece un argumento suficiente para apoyarlo desde la ecología política. Resuena además con fuerza en parte de la población del Norte consciente de que su modo de vida está reventando el planeta. Y lleva muy rápidamente a la conclusión de que es necesario prohibir la exportación de basura electrónica, como se refleja en la convención de Basilea, piden activistas veteranos como Jim Puckett, y de hecho implementa la Unión Europea en su directiva WEEE.

Y sin embargo, los residuos electrónicos ¿son realmente basura?

EwasteQuiz

¡Atención, pregunta! ¿Qué hay en en la imagen?

  • a) Viejos conectores arrancados de ordenadores obsoletos: BASURA.
  • b) Impurezas plásticas extraídas de cables de cobre para poderlos triturar: BASURA.
  • c) Conectores de corriente que pueden alimentar los motores eléctricos de un quadcopter: RECURSO.
  • d) Polímero de Cristal Líquido potencialmente reciclable: RECURSO.

(Respuesta al final del artículo)

Dannoritzer es eurocéntrica: evoca “nuestra basura”, “nuestro modo de vida”, “les contaminamos a ellos”, “tenemos (nosotros) que hacer algo”. Si se mira con lupa se ven otros eurocentrismos más ocultos como “las principales empresas que reciclan residuos electrónicos son europeas”. Los Verdes, que presumimos de tener una visión global del asunto, pensamos igual.

Y cuando escuchamos a gente de otros lugares nos damos cuenta de que nuestra visión no es global. Un buen conocedor de Agbogbloshie como DK Osseo-Asare (de quien hablaré más adelante), que se define panafricanista, dice: “Los residuos electrónicos tienen un alto valor y no deberían de salir de África; tenemos que crear nuestra propia industria de reciclaje“. Escuchemos también a quienes trabajan en Agbobloshie, que emigran desde el norte de Ghana para trabajar allí y obtienen su pan de cada día de desguazar residuos.

Dannoritzer no escucha a esta gente. Muestra, en cambio, a Mike Anane, especialista en explotar la culpabilidad del hombre blanco mostrándole residuos electrónicos de su país de origen, sea cual sea. Anane cobra 600€ por día en concepto de guía de Agbogbloshie, mientras que los chavales que queman cables ganan 60 veces menos y odian que Anane se aproveche para sacarles en documentales mientras ellos no ven un duro.

Los ordenadores que muestra Anane en Agbogbloshie tienen entre 15 y 20 años. Si en Europa son considerados obsoletos a partir de los 6 años, todo el tiempo que transcurre entre que llegan a Ghana y aparecen en Agbogbloshie han sido reutilizados en algún lugar de Accra. Desde este punto de vista de la reutilización máxima, ¿sigue siendo “malo” que haya exportaciones de ordenadores obsoletos?

En mi trabajo exploro la diferencia entre basura y recurso, y lo que significa la basura electrónica en las vidas de los que la tratan en Ghana. Investigo el ciclo económico de Agbogbloshie y qué ocurre con los materiales, y veo que sólo hay dos cosas que realmente se vierten: los cristales de las pantallas CRT (que llevan plomo) y los plásticos de los cables (que se queman produciendo una contaminación brutal). Pero el resto de los materiales: aluminio, cobre, placas base, no se vierte sino que se vende. Hay toda una red comercial, desde el basurero, al intermediario, al exportador. Quien trabaja en Agbogbloshie dejándose la salud es una pieza más de una economía circular.

La solución propuesta por Dannoritzer, Anane y compañía es “frenar las exportaciones de basura electrónica”. Esta propuesta no será efectiva por dos razones:

– Por un lado, hay ordenadores que sí que funcionan y se exportan, nuevos y usados. Africa crece, tiene grandes ciudades, universidades, y es cada vez más consumidora de electrónica. Estos ordenadores se acabarán convirtiendo en basura electrónica y llegarán a Agbogbloshie tarde o temprano.

– Por otro, enfocando Agbogbloshie desde la basura electrónica sólo se ve una parte del problema. Aproximadamente la mitad de lo que se procesa allí son coches, que se desguazan, se abren sus motores, y se amontonan sus baterías. Pero los coches, que también se reutilizan durante muchos años en África, no tienen la mala fama de los ordenadores, ni existen los “Mecánicos Sin Fronteras”. Cuando vas a ver los cables que se queman, gran parte provienen de los coches.

En mi trabajo abogo por una redefinición de la “injusticia ambiental”. Que haya exportaciones no es injusto. Lo que es injusto es que en Ghana no existan las herramientas necesarias para llevar a cabo el reciclaje con unas mínimas condiciones de seguridad, y que tengan que seguir quemando cables porque es la manera más rápida (y por tanto rentable) de extraer el cobre. Lo verdaderamente injusto es la carencia de tecnología adecuada.

Estoy del lado de DK Osseo-Asare, y de su Agbogbloshie Makerspace Platform, una organización que busca crear herramientas adecuadas conjuntamente con los trabajadores de Agbogbloshie, un empuje desde abajo, conociendo el terreno, y que apoya a aquellos que trabajan allí, tratándoles como protagonistas del cambio a quien ayudar y empoderar, y no como víctimas.

La respuesta al acertijo de la foto es “todas las respuestas son correctas”.

Equo de aquí al 2014

Se han abierto los plazos para presentar candidaturas a la Comisión Federal de Equo (la nueva Gestora). Aunque puede que el Congreso posponga la votación, diferenciando los tiempos de discusión interna de la elección de quienes llevarán las riendas en los próximos años, es hora de ir pensando qué hacer.

Hago una valoración agridulce de mi paso por la Gestora. Repasando los emails enviados, tratan sobre todo de aumentar el número de gente implicada en la toma de decisiones, y de que haya más colaboración en la edición de notas y documentos y más protagonismo para los grupos de trabajo. Sin embargo una buena parte de estas propuestas se han dejado de lado, sea por falta de voluntad o de comprensión de las mismas. Cuando he tenido que quejarme de la actuación de la Gestora ante la Mesa Federal lo he hecho. Los dos últimos meses han sido más reconfortantes en cuanto al trabajo en equipo, ocupado principalmente en co-coordinar el grupo de Órganos Electos para el Congreso.

Defender nuevas ideas para su aplicación inmediata ha sido difícil, pues incluso en un partido que se reclama innovador hay todavía muchas inercias. Sin embargo, plantear Equo como un aprendizaje continuo con resultados más en el medio plazo que en el inmediato, como ya hacen varias asambleas territoriales, me devuelve la ilusión. Y me abre los ojos: hay mucha gente recién llegada que va reciclando su bagaje personal y adaptándolo a la ecología política con los valores originales de Equo, y tienen unos tiempos distintos de quienes venimos “lanzados” de experiencias previas. Hay que sincronizar el paso.

Mi visión de Equo de hace unos meses sigue vigente, así como los temas que surgieron durante la campaña.

En el contexto mundial, el necesario cambio de sistema requiere de varios aspectos: una ampliación de la democracia directa, para que las decisiones se tomen entre todos y no entre unos pocos; una mayor transparencia para no encontrarse con agujeros y sorpresas desagradables; y una mayor implicación y participación de la gente en todos los niveles, poniendo en valor la inteligencia de la comunidad. Si estos cambios son adecuados en general, entonces deberían de poder aplicarse a cualquier escala, por ejemplo a la nuestra, y ser practicados desde abajo.

Más participación y de mejor calidad

Los grupos de trabajo son una de las grandes ideas con las que empezamos, y el instrumento que nos permitió redactar el programa electoral de forma colaborativa. Ahora mismo están infrautilizados, por una causa principal: no tienen la pieza clave que necesitan para mantener una dinámica de trabajo: coordinadores. Varios han dimitido y hasta la fecha no se ha permitido que hubiera nuevos. Es hora de revitalizar una de nuestras herramientas más singulares.

Si queremos crecer como organización hay que facilitar la participación. El simpatizante de hoy es el afiliado de mañana, y por esa razón hay que eliminar las barreras. En nuestra estrategia de crecimiento tenemos que contemplar también los nichos de interés, los temas de menos alcance pero que llegan a gente más comprometida.

Podemos tener una organización de varios miles de activistas, organizados en asambleas, en grupos de trabajo, en redes transversales, en grupos locales. Aplicar el modelo de “que todo aquel que quiera participar, lo pueda hacer” requiere de un esfuerzo de ingeniería política, y de aprender por el camino: no se ha hecho antes.

Transparencia por defecto

Este texto de Ismael Peña-López analizando el Anteproyecto de Ley de Transparencia resume mi sentimiento al respecto:

En mi opinión, no caben comentarios [sobre el Anteproyecto de Ley de Transparencia] sino negar la mayor. El texto se basa en una asunción completamente extemporánea en una sociedad digital: el ciudadano pide y la Administración responde. O, dicho de otro modo, la Administración es reactiva y acaba publicando. Lo natural sería todo lo contrario: la Administración debería trabajar digitalmente, en abierto, de forma constante y en tiempo real y los datos ser accesibles por defecto y para todos los ciudadanos. Y solamente las excepciones — pocas y necesarias — requerirían una solicitud expresa y su pertinente resolución.

¿Vamos a proponer que exista una Administración Abierta? Pues empecemos practicándolo nosotros mismos.

La palabra antes conocida como horizontalidad

Sobre la horizontalidad hemos escrito y leído bastante, tanto que a veces nos centramos demasiado en la palabra en sí obviando el significado. Para variar un poco el enfoque, en esta ocasión propongo lo siguiente, algo que está relacionado con un nuevo modelo de partido: abandonemos el modelo “leninista” de organización. ¿Qué quiere esto decir?

Los movimientos sociales “tradicionales” siempre habían seguido este modelo, o alguna aproximación razonable. El viejo manual de Lenin: un grupo de gente muy motivada y especializada toma las riendas y lleva las protestas adelante. La protesta puede ser de masas, pero la organización es pequeña y profesional. Hay líderes representativos, pero hay un centro que da dirección y mantiene el movimiento vivo, a la vez que evita que el colectivo se meta a discutir cuestiones procedimentales hasta el fin de los días o pierda el tiempo debatiendo sobre la necesidad de biodanzas.

Este modelo, de una organización pequeña y profesional, es el que hay que superar. No dejar de ser profesionales, sino dejar de ser pequeños. Ser capaces de orquestar un movimiento de masas, pero organizado; con 10.000 personas, pero efectivo. El artículo del que lo extraigo, del blog Politikon, hace una crítica precisamente a los movimientos desorganizados.

Completar nuestro discurso político

Creo que Equo está bien asentado en dos ámbitos del discurso político: el que llamaré “tradicional ecologista”, defensivo, de oposición por ejemplo a las nucleares y a cualquier otra agresión al medio ambiente; y el “tradicional social”, el de apoyo a las reivindicaciones sociales más conocidas. Hay otros aspectos de nuestro discurso que tenemos que mejorar:

– El propositivo, pasando del “qué mundo no queremos” al “qué mundo queremos“, siendo capaces de plantear siempre alternativas. Con cada crítica, una propuesta.

– El “social holístico”, relacionando las luchas sociales con las ambientales, porque forman un todo. Aquí entra por ejemplo el explicar cómo se afronta una Huelga General desde el punto de vista de la ecología.

– El de “nichos”, dando cabida a una variedad de posicionamientos de poca relevancia mediática, pero de mucha relevancia particular para la gente que está interesada en ellos, y que valora que un partido político se posicione. Le hemos dado voz a lo que pedía la actualidad, ahora hay que darle voz también a lo que pide la gente.

Creo que nos falta abordar algunos temas para completar nuestro perfil. Entre los que soy más cercano por mi formación estarían el software libre o el acceso universal a Internet. También creo que la Comisión Federal no es el lugar para proponerlos, sino que han de salir del grupo de trabajo correspondiente. La Comisión Federal no ha de ser el aparato político, ya que debería de ser todo Equo, sino quienes se encarguen de poner la máquina a funcionar y mantenerla engrasada.

Y además, deberíamos de tener una app de la Equomunidad para el móvil.

El lunes se cierra el plazo para presentarse a la Comisión Federal. Probablemente mi nombre estará en la lista, pero mientras tanto me gustaría saber qué opinas tú de todo esto.