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Strong Towns: una revolución de base en pos de ciudades más prósperas

El movimiento “Strong Towns” persigue que los barrios americanos sean más prósperos y que sus comunidades recuperen el control de su futuro. Chuck Marohn preside una iniciativa ciudadana preocupada por una situación financiera cada vez más problemática debida, según su análisis, a las malas prácticas urbanísticas aplicadas desde hace décadas.

En esta entrada hago un resumen del capítulo “Así es cómo las ciudades socavan su propia competitividad” en el que entrevistan a Chuck Marohn. Hablaremos de cómo las grandes empresas alimentarias empobrecen las ciudades, criticaremos cierta noción política de progreso a ambos lados del Atlántico, y defenderemos un modo iterativo de hacer urbanismo. Todo ello aderezado con un giro argumental relacionado con las etiquetas políticas. 

En su barrio en 1950 había 13 tiendas de alimentación, regentadas por locales. Había opciones. También se podía elegir cómo llegar a ellas: conduciendo, en bicicleta, o, por norma general, caminando. Hoy sólo hay una tienda, de una cadena nacional, y es necesario ir en coche. Además, los contribuyentes están subvencionando esta gran instalación al estar exenta de impuestos locales. Las grandes marcas nacionales se instalan en los barrios costeando las infraestructuras que necesitan (e.g. carreteras, iluminación urbana) y al gobierno local, de primeras, esto le parece un buen trato. Pero el modelo de negocio de estas corporaciones es de corto plazo y extractivo: en unos años se habrán trasladado o retirado, y los costes de mantenimiento de las nuevas infraestructuras seguirán recayendo en el gobierno local durante décadas. 

Como resultado, traer un gran negocio a la comunidad hace que el barrio sea más pobre y haya menos opciones. El modelo alternativo, el de las pequeñas tiendas de alimentación que contribuyen con impuestos, es más positivo a largo plazo y crece junto con la comunidad. Los líderes locales deben confrontar las promesas de estas grandes empresas, especialmente dirigidas a las comunidades más pobres (precios más bajos, más empleo) y decir “quizá no deban instalarse aquí”. 

La crítica al progresismo americano y la política ágil

Para el líder de Strong Towns, EEUU vive en un experimento urbanístico lanzado por los progresistas de los años 30. Explica que muchos problemas actuales se pueden relacionar con una mentalidad de “tirémoslo todo abajo y empecemos de nuevo“. Las franquicias de comida rápida, las casas unifamiliares para repartir a la población en ciudades poco densas, la necesidad de tener un automóvil… todo esto serían experimentos amparados en un supuesto progreso. 

Esto me recuerda al software. Una de las premisas del desarrollo de software moderno es que se haga de forma iterativa. Está desaconsejado lanzar grandes proyectos. En cambio, se preconiza despiezar el trabajo en muchos elementos independientes, priorizarlos, e implementarlos uno a uno, minimizando así el riesgo de poner en producción muchas funcionalidades a la vez. Como ingeniero de software he ido aprendiendo que esta forma de trabajar (denominada “ágil”) es la más adecuada.Desde un punto de vista objetivo esa es la mejor manera de desarrollar software.

Me sorprende oír el argumento iterativo con connotaciones políticas. “No apoyo un plan de inversiones gubernamental de 6 billones de dólares”, dice Marohn. “Si cambiamos las cosas, hagámoslo incrementalmente.” Marohn critica a los progresistas por proponer grandes planes, por querer construir cosas masivas. 

¿Dónde se sitúa políticamente “Strong Towns”?

Con todo lo descrito hasta ahora, el movimiento Strong Towns podría ser visto en Europa como una iniciativa ecologista. Critica la ciudad extensa y defiende a su vez un mejor modelo basado en una ciudad más densa. Critica la necesidad creada de usar un coche. 

El propio Chuck Marohn defiende que su movimiento es trans-partisano: “las ciudades necesitan gente con ideas conservadoras y gente con ideas progresistas que trabajen juntos“. Sin embargo, y aquí viene el giro argumental, Marohn se define como “conservador”. La entrevista en la que está basado este post fue emitida por un podcast americano conservador (Saving Elephants – siendo el elefante el símbolo del partido republicano).

“Mi conservadurismo está basado en el conocimiento heredado. Los progresistas quieren tirarlo todo y comenzar de nuevo. En cambio, los conservadores tenemos la tendencia de pensar que hay una razón para que las cosas sean como son. Cuidemos el conocimiento heredado. Para mí el “habitat humano” es la forma en que las ciudades han evolucionado. En la planificación urbana hay mucho conocimiento recibido en forma de ensayo y error.”

Defiende que la postura conservadora ha de actuar como freno de este impulso progresista de tirarlo todo y empezar de nuevo, aunque los conservadores sean vistos así como anti-progreso. Para Marohn, el líder conservador es uno que actúa con prudencia, pensando en el largo plazo, siendo escéptico ante los grandes proyectos y el cambio radical, respetando el pasado y el conocimiento recibido, y dando impulso a las iniciativas de reparación, de arreglos, y de mantenimiento. De hecho, conocí a Marohn a través del libro “The Innovation Delusion”, un alegato en favor del adecuado mantenimiento de las infraestructuras (y del software). 

¿Dónde nos encontramos los ecologistas y Strong Towns?

Como ecologista, me siento identificado con la crítica al desarrollismo. En España hemos vivido esto con los socialistas, que en nombre del progreso se alían con determinados grupos económicos para lanzar grandes proyectos nocivos para el medio ambiente y para el futuro de las personas y de las ciudades. Marohn critica al progresismo estadounidense y se escora hacia el conservadurismo. Yo hago lo propio en España y políticamente voy en dirección opuesta. Pero de alguna forma, acabamos coincidiendo en proponer un modelo de base que haga que la gente no tenga que adquirir un coche para ir a hacer la compra.

A Marohn le responden: “a veces los progresistas también son anti-Walmart“. Y él se desmarca: sus ideas no vienen sólo por el bienestar ciudadano sino también por la libertad de mercado que antes había en su barrio y ahora no hay. No está de acuerdo con prohibir las grandes empresas. Prefiere mostrar que hay dos patrones de desarrollo: uno que enriquece a las comunidades, y otro que las empobrece. ¿Pueden las grandes empresas adaptarse al primero? En ese caso, no hay necesidad de prohibir. Pero Marohn no es optimista al respecto: piensa que el propio modelo de negocio de Walmart y compañía no funcionaría así. Y no quiere que la competitividad de esas empresas se consiga a costa de su comunidad.

Con todo, cree que los mercados funcionan mejor cuando están adaptados a lo local. Que los grandes jugadores son anti-competitivos, y que, como Amazon, usan su posición de poder para influenciar a los gobierno, lo que es destructivo y anti competitivo.

Marohn defiende los impuestos, propone movimientos de base, habla de hacerle frente a las grandes empresas. Ese conservadurismo no me recuerda para nada a la derecha mayoritaria española. Pero puede que sí exista en el nicho de la derecha que se reclama ecologista. ¿Tendría encaje dentro de iniciativas como la Red Oikos?  ¿Se sentiría Chuck Marohn cómodo bajo la etiqueta de ecologista?