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Pongamos que se llamaba Francesc

Barcelona, agosto, estación de Cercanías de Plaça Catalunya. Como buenos turistas llegamos cargados de maletas y tratamos de orientarnos buscando la línea adecuada y dónde sacar el billete. Un señor de unos 50 años, en camisa y corbata, se acerca a ayudar. Pongamos que se llama Francesc.

Francesc pregunta si vamos a pagar con efectivo o con tarjeta, porque las máquinas expendedoras que están al lado sólo admiten tarjeta.

– ¿A dónde vais?
– A Premià
– Pues muy fácil. Billete de ida, a Premià, dos personas – dice Francesc mientras pulsa rápidamente las opciones correspondientes en el terminal.
– Ah, pues muchas gracias.
– Lo tenéis en la vía 1, cualquiera que vaya a Sant Vicenç os llevará.
– Estupendo, gracias.
– A mí no me paga Renfe, sólo estoy aquí para ayudar.

Comprendo. Busco una moneda de 1€ y se la doy. Francesc lo agradece, y se gira para atender a un grupo de chicas, preguntándoles: ¿hablamos en inglés o en ruso?

Rodalies Plaza de Catalunya.

Tengo sensaciones encontradas. Por un lado odio ser el turista despistado, a merced del primero que se acerque a ofrecerme llevarme la maleta aún sin yo quererlo. Me fijé que Francesc no tenia ningún logotipo en la camisa, ninguna identificación, pero me dejé llevar por su actitud de ayuda. Aun así, me siento engañado. Por otro lado, Francesc se ha estudiado los horarios, me ha ofrecido un servicio que necesitaba, y lo ha hecho mejor que Renfe. Ha sido capaz de poner su conocimiento en valor. ¿Hablará realmente ruso? Reconozco que se lo ha currado.

¿Sería esta actividad sostenible sin engañar al turista? Unos metros más allá hubiésemos encontrado la taquilla y preguntado a una persona a la que quizá le paguen por hacer ésto mismo, aunque detrás de un cristal.

¿Es 1€ un precio exagerado por un servicio así? Y si lo es, ¿que cantidad podría ser adecuada para convertir esta especie de limosna en un empleo digno? 100 turistas diarios, a 50 céntimos cada uno, 22 días al mes… con 1.100€ da para pagar autónomos.

Creo que habría que apoyar a Francesc. Aunque sea casi economía sumergida, ilegal. Un tipo súper reducido de autónomos permitiría formalizar esta actividad, y que gente como Francesc, que demuestra su capacidad de buscarse la vida ante las dificultades, tenga una retribución digna, y pase de pedir limosna a ofrecer un servicio al público.